
Con la llegada de los primeros vientos frescos del otoño, la naturaleza nos recuerda una verdad profunda: el cambio es natural y necesario.
Los árboles no se resisten a que sus hojas se tornen doradas ni a que caigan al suelo. Los días se acortan, el aire se enfría, y aun así, la creación fluye en armonía, sin aferrarse a lo que ya pasó.
Los seres humanos, en cambio, muchas veces vivimos las transiciones con peso y resistencia. Nos aferramos a roles, rutinas y temporadas de vida, creyendo que cambiar significa perder. Sin embargo, las transiciones son parte esencial de la existencia. Así como el otoño prepara la tierra para el renacer, nuestras propias transiciones nos abren espacio para crecer, sanar y empezar de nuevo.
El problema no está en el cambio en sí, sino en nuestra resistencia.
Cuando soltamos un poco el control, descubrimos que la vida nos guía hacia lo que realmente necesitamos.
🍂 Detente y observa: Al igual que los árboles sueltan sus hojas, permítete reconocer lo que está cambiando en ti.
🍂 Practica la gratitud: Honra lo que la temporada anterior te dio, incluso lo difícil, porque te formó.
🍂 Sé compasivo contigo mismo: El cambio incomoda; trátate con ternura en el proceso.
🍂 Escribe lo que deseas dejar atrás y libéralo como el otoño libera sus hojas.
🍂 Mira hacia adelante con esperanza: Confía en que cada transición trae un regalo escondido.
🍁 “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” (Eclesiastés 3:1)
El otoño nos susurra: no temas al cambio. Cada hoja sabe cuándo soltar; cada etapa de nuestra vida llega con propósito. Todo final guarda un principio, y cada transición nos acerca a una sabiduría más profunda.
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