
En tiempos de lucha emocional o incertidumbre, muchas personas se sienten atrapadas en la tristeza, el vacío o la ansiedad. Pero la Palabra de Dios nos recuerda algo profundo: No fuimos creados por casualidad, ni estamos aquí por accidente. Cada vida tiene un propósito, y muchas veces ese propósito se encuentra en el servicio a los demás.
"Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas."
— 1 Pedro 4:10
La Biblia nos enseña que servir no es solo una acción buena; es una expresión directa del amor de Dios en nosotros. Cuando servimos a otros —con palabras de aliento, con tiempo, con cuidado o simplemente con presencia— nos alineamos con nuestro diseño divino. Esa conexión con nuestro propósito trae gozo, paz y sentido incluso en medio de las pruebas.
Servir no es cargar con más peso, sino liberar el alma. Nos saca de la mirada hacia adentro, donde a veces solo vemos dolor, y nos invita a mirar hacia afuera, hacia un mundo que necesita compasión. Ese cambio de enfoque puede ser una medicina poderosa contra la depresión, el aislamiento y la desesperanza.
"El que quiera ser el primero entre ustedes deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir..."
— Marcos 10:44–45
El mismo Jesús, nuestro mayor ejemplo, vivió su propósito sirviendo con humildad, sanando con ternura y amando sin condiciones. Cuando seguimos ese camino, aunque sea en cosas pequeñas, algo cambia dentro de nosotros. Empezamos a vivir con propósito, y ese propósito se convierte en ancla y luz.
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